domingo, 24 de agosto de 2008

Promoviendo la Empatía

Promoviendo empatía
«Hay necesidades físicas como el pan, el vestido y el cobijo; necesidades sociales como la aceptación y reconocimiento por los demás; necesidades morales como la defensa de nuestra dignidad y nuestros derechos; necesidades espirituales como el conocimiento del mundo real, la cultura en cuanto forja del propio proyecto personal; necesidades religiosas como la ordenación a Dios, realidad sagrada que nos funda y cobija, que puede alumbrarnos un último sentido y ofrecernos definitiva salvación. Estas necesidades no se viven en pura sucesión cronológica sino que están imbricadas entre sí y cada una repercute sobre las otras». El texto es de un reconocido teólogo, Olegario González de Cardedal. Lo publicó en un diario español el 8 de julio de 2008. Su título: Figuras morales frente a ídolos. Y se preguntaba sobre las necesidades básicas de la sociedad en tiempos de incertidumbre, de perplejidad, de decadencia…
De todo esto hablamos cuando pronunciamos palabras como amor, verdad, justicia, solidaridad. Entre los cristianos, el amor es el sentimiento de gratitud que se hace cargo del don de la vida. No hemos venido a la existencia por casualidad. Alguien nos ha querido, nos quiere, nos querrá siempre (1 Juan 4, 10). Sobre esta realidad se edifica la vida de personas y sociedades. La justicia tiene que ver con el respeto de esta verdad, con los derechos y responsabilidades que de ella dimanan, con su cuidado y cultivo. Palabras éstas en sintonía con otras tan significativas como cultura y culto.
La concepción cristiana de la vida invita a promover empatía hacia estas virtudes y el desarrollo de los valores que les son propios: la capacidad de compartir, de entender a los demás, de cuidar sus sentimientos, de atender a sus problemas, de ponerse en su lugar, de cultivar la reciprocidad de los dones recibidos, de generar comunidad, fraternidad, sociabilidad, ciudadanía, solidaridad, amistad.
«A nadie se le ocurrirá decir –comentaba san Agustín en el siglo V- que después de haber bebido sale ganando la fuente, o habiendo visto sale beneficiada la luz» (La ciudad de Dios 10, 5). Lo que la Orden de San Agustín propone desde el Servicio Social Agustiniano tiene que ver con esto. La justicia es un compromiso de fe. También por ella, Jesús de Nazaret entregó su vida. A los que son perseguidos por su causa les otorga en herencia el Reino de los Cielos (Mateo 5, 10). La verdad de su persona lo suscita. Y el amor que testimonia lo concreta. Para los cristianos, genera responsabilidad: «Lo que uno siembra, eso cosechará» (Gálatas 6, 7). Y propone un desafío: «Den lo que les ha sido dado» (Mateo 10, 8). Hagan partícipes a todos del Amor de Dios…

P. José Demetrio Jiménez, OSA

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